Buenos y malos momentos

 Buenos y malos momentos… Se podría decir que, a la larga, esa es la definición de una vida. Un compendio de buenos y malos momentos. Y unos van de la mano de los otros, como dualidad indisoluble.

Desde que era un crío supe que el rock se convertiría en el mayor de mis hobbies. Siempre fui abogado de las causas perdidas. Cuando jugábamos al fútbol en el recreo, yo quería ser el portero, y todo el mundo sabe que de portero siempre jugaba el más malo. Cuando todos mis amigos eran merengones, yo era el único colchonero que aguantaba sus puyas cada lunes. Me aburría como un hongo en los recreativos, viendo como el resto se dedicaban a matar marcianitos, pues los videojuegos nunca llamaron mi atención. Más tarde, mis padres decidieron llevarme a un colegio digamos que de tradición conservadora, con la cual choqué desde el primer momento, lo que hizo que no ganara muchas simpatías entre el profesorado y el resto del alumnado. De entre todos, fui el único que prefirió una carrera biocientífica en vez de las dichosas empresariales pijeriles.

Valgan estos simples ejemplos, para ilustrar por qué estaba claro que nunca sucumbiría al pop de los ochenta, ni al bakalao maquinero de los noventa, ni al pachangueo de masas del nuevo milenio. Si era el raro en todo, con la música no iba a ser distinto. Un buen día cayó en mis manos, no recuerdo ahora como, una cinta de los Scorpions. ¡Cielo santo!, el “Blackout” me trastornó. Y en aquella época no había wikipedias ni nada por el estilo donde bucear y buscar cosas parecidas. Qué va. Como mucho, te ibas a la tienda de discos del barrio, y te perdías durante una hora en el rincón donde sólo iban los macarras. Con suerte, el dueño te orientaba un poco, y unas veces con más acierto que otras, ibas dando con grupos que pasarían a engrosar tu altar particular.

Pero claro, la cosa no podía quedarse ahí. Eso también hubiera sido lo fácil. De entre los colegas que había ido conociendo que iban del mismo palo, también fui el único que pasaba del género de moda dentro del rock en ese momento (si amiguetes, yo sobreviví al grunge!!!). Me dediqué a ir hacia atrás, como los cangrejos, buscando de donde venía la música que me gustaba, en vez de estancarme en lo que iba saliendo. Y de esa manera me enteré que había grupos como Jethro Tull o Rush, que volvían loco al jefe de Iron Maiden. O que al bueno de Robert Plant le maravilló siempre un grupejo raro llamado Focus; que los Deep Purple se habían empapado a fondo de bandas como Gentle Giant o Mott The Hople, y que Lemmy estuvo una vez, antes de crear Motörhead, en una banda alucinógena llamada Hawkwind, por poner sólo unos ejemplos… Más o menos fue por la misma época en que alguien me contó que si los sonidos que Mike Oldfield hacía me llamaban la atención, no dudara en hacerme con algo de unos tales Yes... Sin olvidarnos tampoco que Pink Floyd se habían convertido en héroes de masas, y hasta el “The Division Bell” sonaba por los 40 Criminales.

En fin, para que seguir. Imagino que es algo más o menos parecido a lo que le ocurriría a todo aquel que, además de con los mitos rockeros del momento, se encontró con todo ese universo paralelo del progresivo. Pero de eso me doy cuenta ahora. En ese momento yo me sentía alguien especial. Eran mi tesoro y el de algún que otro colega aislado. Pero, ah, maravillas de la evolución, llegaron primero Madrid Rock y luego la Fnac, con sus discos de importación, y luego la MTV (antes de que se echara a perder), y por último Internet y sus miles de portales temáticos, y resultó que no era un espécimen aislado. Éramos miles los que disfrutábamos de unos sonidos sin los cuales, en gran medida, no se podría entender la música actual.

Y eso, amigos, reconforta. Para una inmensa mayoría sigo siendo 'el raro', pero ya no es igual. Ahora sé que no estoy solo, y hasta un colega que tenía una web, me deja escribir en ella… ;-P.

Bromas aparte, con todo esto lo que quiero decir es que, si por casualidad me está leyendo un jovenzuelo de esos que está entre los 40, Kiss FM y la Space’s Disco, pero también ha oído hablar a su hermano mayor, o a su tío, o incluso a su padre, de alguien llamado Pink Floyd, o Camel, etc, etc... que no sea estrecho de miras, y que sin dejar de lado lo que ya le ha venido establecido, tenga además un poquito de interés por esto otro y se aventure a experimentar con esas bandas de carrozas. Que el sí que tiene ahora todas las facilidades del mundo para descubrir el paraíso musical, y que no por ello va a ser un tipo raro o fuera de onda.

Mucha suerte, y larga vida al Rock.