Crítica del disco de Kayo Dot - 'Blasphemy' (2019)

Una blasfemia en el templo de la vanguardia rockera estadounidense

Kayo Dot - 'Blasphemy'
(6 septiembre 2019, Prophecy Productions)

Kayo Dot - Blasphemy

Hoy se da la ocasión (bastante tardía, por cierto) de comentar el más reciente trabajo del grupo KAYO DOT, ecléctico e impredecible ensamble que lleva asumiendo un rol sumamente destacado dentro de la vanguardia estadounidense durante estas últimas décadas. El disco en cuestión se titula “Blasphemy” y fue publicado a inicios de setiembre del pasado año 2019. Bajo la guía del líder y compositor Toby Driver [guitarra, bajo, sintetizadores, voz, percusión y efectos electrónicos], el grupo se completa con el guitarrista Ron Varod y la dupla de bateristas conformada por Leonardo Didkovsky y Phillip Price. El uso permanente de dos bateristas es toda una novedad dentro del heraclíteo río musical de KAYO DOT. Es un disco conceptual que utiliza letras de Jason Byron (un frecuente colaborador de Driver desde sus días en MAUDLIN OF THE WELL y, cómo no, en algunos discos de KAYO DOT), y su narrativa analiza la codicia y el espíritu de destrucción que anidan en el ser humano y la absorbente sociedad moderna, situando simbólicamente esta inspección en la historia de tres personas que luchan por encontrar un tesoro que irremediablemente les llevará a su perdición: el tesoro en cuestión es una niña dormida que tiene poderes sobrehumanos terribles y que justamente tiene el nombre de Blasfemia. ¿Es la blasfemia el único camino para la liberación del espíritu y la vida de los cánones de avaricia, megalomanía y mecanicismo que signan a nuestra sociedad moderna? ¿O es esta blasfemia, más bien, una añoranza del niño interior que quiere gozar del flujo de la vida aparte de las miserias y tensiones creadas por las diversas maquinarias del desarrollo? Tal vez sea éste o aquél el mensaje central de la parábola que provee a este disco de su concepto integral. Por lo pronto, veamos ahora los detalles musicales de “Blasphemy”, los cuales generalmente se ubican en un enmarañamiento de lo enérgico y lo etéreo.

Durando casi 4 minutos, ‘Ocean Cumulonimbus’ abre el álbum con un aire dramático (aunque no patético) que se maneja muy bien dentro del juego de síncopas que arman las dos baterías en su conjunción sobre un medio tiempo. Las iniciales escalas arquitectónicas de guitarra pronto abren paso a un despliegue fastuoso de riffs y orquestaciones de sintetizador que se sitúan a medio camino entre lo airado y lo tenebroso: el canto se torna furioso aunque sin renunciar al uso de cadencias más delicadas, las mismas que parecen diseñadas para realzar los predominantes aires de rabioso denuedo. ‘The Something Opal’ sigue a continuación para desplegar una atmósfera más grácil, la misma que encapsula un muy inspirado ejercicio de psicodelia progresiva melódica que coquetea levemente con el metal experimental, todo ello a través de una ingeniería rítmica elegante y compleja. Ya tenemos un cénit del disco y todavía falta mucho para disfrutar. Con la dupla de ‘Lost Souls On Lonesome’s Way’ y ‘Vanishing Act In Blinding Gray’, el ensamble se dedica a explorar matices renovadores dentro de su bien delineado esquema de trabajo. El primero de estos temas mencionados sigue, en buena medida, la pista de ‘The Something Opal’, con una dosis extra de frescura. En cuanto a ‘Vanishing Act In Blinding Gray’ – la pieza más extensa del repertorio con sus 8 minutos y pico de duración –, ésta comienza con un talante lánguido y reflexivo, el cual está apropiadamente acentuado por el carácter atmosférico del desarrollo temático. Más adelante, con el acrecentamiento de la musculatura del armazón rítmico y el ingreso de gruesas amalgamas de guitarras y teclados, los músicos gestan un clímax expresivo grisáceo y, a la vez, majestuoso. Dicho clímax no es solamente el punto de llegada de la creciente intensidad elaborada desde el punto de arranque, sino también el núcleo central para la expansión de vibraciones neuróticas que han de trazar la senda sonora de los dos últimos tercios de la canción. Otro cénit del álbum.

‘Turbine, Hook, And Haul’ es un tema para el cual el cuarteto cuenta con la participación del trompetista Tim Byrnes (integrante o colaborador de FRIENDLY BEAR, MR. BUNGLE, PAK, etc.). Esta canción sirve para que los aires tenebristas de tendencia goth-rock, ya presentes en varios pasajes de las canciones precedentes, salgan a la luz de una manera más explícita, aunque siempre bajo un manto de exquisitez propio del art-rock. Algo así como un cruce entre COCTEAU TWINS, los TALK TALK de la fase 88-91 y el proyecto de FRIPP & SYLVIAN, más algunos matices post-rockeros a lo DO MAKE SAY THINK. ‘Midnight Mystic Rise And Fall’ regresa parcialmente a la densidad cadenciosa y las vibraciones crepusculares que disfrutamos en las canciones segunda y tercera, pero con una parsimonia imponente que signa la elaboración del clima envolvente que arropa y guía las interacciones entre los instrumentistas. Más bien, se puede decir que la melodía está solo en el canto mientras que el esquema temático es la atmósfera misma. Para el pasaje final, el grupo crea un aumento del nervio expresivo a fin de soltar toda (o casi toda) la tensión interna con la que se ha estado explayando el motif central. Los últimos 9 ½ minutos del disco están ocupados por la secuencia de ‘An Eye For A Lie’ y ‘Blasphemy: A Prophecy’. ‘An Eye For A Lie’ establece un inesperado registro de encrucijadas entre los estándares del post-rock y del free jazz, mientras los imposibles juegos de síncopas establecidos por las dos baterías proporciona un espesor cósmico al desarrollo temático. Así las cosas, el terreno está preparado para que se exhiba una garra visceral propia de un inquietante ensueño: ¿Será que por un rato estamos volviendo a aquellos tiempos de “Stained Glass” y “Gamma Knife”? En cuanto a ‘Blasphemy: A Prophecy’, tenemos una pieza ágil que parece portar algunas leves auras de serenidad en medio de las apasionantes vibraciones tribales establecidas por el bloque rítmico. Una vez más, el goth-rock parece ser el factor prioritario dentro del esquema sonoro. El final abrupto acentúa cabalmente la reinante ceremoniosidad de la canción, la cual se basta con un espacio de poco más de 4 minutos para culminar el disco con un glorioso fulgor (no exento de ciertas tonalidades afligidas). Un gran cierre de álbum, no nos cabe duda.

Todo esto es lo que nos brindó el remozado personal de KAYO DOT con “Blasphemy” durante el último tercio de 2019, un disco que exhibe un balance apropiado entre la línea de trabajo de los dos primeros discos – más exactamente, la faceta lírica de “Choirs Of The Eye” y “Dowsing Anemone With Copper Tongue” – y el vitalismo colorido de “Coffins In Io”. Este experimento de trabajar con dobles baterías ha funcionado muy bien a la hora de permitir a KAYO DOT dar un nuevo paso adelante en su evolución musical bajo la idea-guía de recuperar el vigor y la energía oscurantista de tiempos atrás mientras proporciona un grosor reflorecido a los enfoques sonoros explorados desde el año 2014 en adelante.


- Muestras de 'Blasphemy':


cesar inca mendoza

  • Más críticas del autor en:

autopoietican.blogspot.com