Crítica del disco de Toundra - 'Vortex' (2018)

El epicentro de una quinta turbulencia post-metal-progresiva

Toundra - 'Vortex'
(27 abril 2018, InsideOut Music/Sony)

Toundra - Vortex

Aquí y ahora nos metemos de lleno en el sentimiento de alegría que conlleva escuchar, analizar y gozar del nuevo disco de los españoles TOUNDRA, el cual se titula “Vortex” y ha sido publicado por InsideOut Music (en colaboración con Sony Music) a fines del pasado mes de abril. Los formatos de edición para este rotundo disco gestado por Esteban Girón [guitarras y piano], David López [guitarras], Alberto Tocados [bajo y sintetizador] y Álex Pérez [batería y máquina de ritmos] han sido tanto en CD como en vinilo. En comparación con una síntesis evaluativa de los discos “II” al “IV” del grupo, advertimos que la gente de TOUNDRA se distancia un poco (solo un poco) de los recursos de sugerente eclecticismo de los cuales se había valido para incorporar grandiosos aires de polivalencia progresiva en su propuesta musical, mas, por otra parte, este nuevo disco también porta el impacto de sofisticación estilística que queda como experiencia de aprendizaje perpetuamente definitoria de esa época 2010-15 a la que acabamos de aludir. Entonces, “Vortex” se revela como un catálogo de estrategias de reluciente sofisticación para las diversas modalidades de fuerza expresiva allí plasmadas: uno de los discos más notables de la experimentación metalera de este año 2018 que ya se nos va. Aprovechamos este anticipo de nuestra comprensión hermenéutica de los méritos generales de este disco para detenernos ahora a sus meticulosos detalles.

La dupla de ‘Intro Vortex’ y ‘Cobra’ abre el disco con la clara intención de avisar sin preámbulos ni reticencias de qué va la onda renovada del cuarteto. En poco menos de 90 segundos, ‘Intro Vortex’ proyecta un aura de expectante densidad psicodélica revestida de etérea elegancia, abriendo así el camino para el arribo de ‘Cobra’ con toda su polenta señorial y sofisticada. Lo señorial se centra en las resonancias virilmente aguerridas que emanan de los riffs y desarrollos armónicos de las guitarras mientras que la sofisticación está mayormente sustentada en el absorbente rigor con el que la dupla rítmica maneja la pulsátil robustez que se exige para la ingeniería global de la pieza. Todo es tormentoso aquí pero no como si se tratara de un tornado sino más bien un paisaje veraniego que muestra orgulloso su esplendor soleado y añade al conjunto visual generosas dosis de vibraciones cósmicas. Para los últimos ¾ de minuto, se impone un momentum de lirismo post-metalero impolutamente encuadrado en un vestigio estilizado. ¡Qué gran inicio de álbum! ‘Tuareg’ se encarga de capitalizar las vibraciones incandescentemente musculares para exorcizar sus matices más recios; así, la reciedumbre rockera que aquí se expande asume una entereza más maciza y una fiereza más arquitectónica que la que hallamos en la de por sí muy fuerte pieza #2. El tempo es menos frenético mientras la densidad aumenta su alboroto instigador: encontramos aquí una vitalidad tan fresca como imponente, ese punto exacto del cosmos musical donde confluyen las esencias de RUSSIAN CIRCLES y los muy extrañados INDUKTI. ¡Todo un cénit del disco! Con esta ilación de los tres primeros temas del álbum se da una muy buena proyección de ambiciones progresivas que permiten a “Vortex” empezar su andadura con un resonante clímax continuado. Cuando llega el turno de ‘Cartavio’, pieza que solo dura 2 ¼ minutos, nos encaramos con un paisaje sonoro etéreo y ensimismado elaborado por guitarreos flotantes que hacen ondear sus fraseos a través de una neblina otoñal. Así las cosas, ‘Kingston Falls’ tiene el terreno preparado para iniciar su esquema de trabajo con un talante introspectivo enmarcado por un lirismo gentil y ensoñador. Poco antes de llegar a la frontera del minuto y tres cuartos, el cuerpo central se instala con firmeza para transportar a ese lirismo de base hacia una dimensión tumultuosa desde la que las sacudidas que estructuran el motif se organizan en un gancho firme y consistente, terminando todo con un abrupto golpe final que se siente muy efectivo.

Toundra (Foto: Valentín Suárez)

El sexto tema del disco se titula ‘Mojave’ y es el más extenso del mismo con el espacio de poco menos de 11 ¼ minutos que ocupa para explayarse debidamente en todas las cosas que quiere decir. Fibrosos y gráciles a la vez, los primeros acordes de guitarra apoyados sobre un groove mecanicista apelan a una especie de aureola introspectiva que no nos lleva precisamente a un lugar oscuro sino a una intemperie solitaria donde la luz de la tarde exclama su deseo de motivar un momento de relax para el mundo. Este esquema de trabajo se reitera por casi tres minutos mientras en algún sótano se va preparando un breve crescendo que aterriza en un primer cuerpo central que se mueve ceremoniosamente sobre un compás de 12/8. La solemnidad de la atmósfera reinante se torna cada vez más aguda mientras los guitarreos incrementan el filo de sus bases armónicas, todo ello mientras la batería ornamenta su swing solemne con refinados redobles por aquí y por allá. A poco de pasada la frontera del quinto minuto, emerge otro cuerpo central que nos suena a un híbrido de RED SPAROWES e ISIS, el cual no dura mucho pero sí logra dejar una huella relevante dentro de la sucesión de variantes temáticas que van teniendo lugar. Un tercer motif nos lleva hacia un paraje más sereno mientras la garra rockera es remodelada para la ocasión, atenuándola un poco para que los guitarreos se acomoden calibradamente a la pauta de la dupla rítmica. La coda asevera un regreso a los recursos más pesados que se utilizaron en este extenso viaje sonoro, dándole una majestuosidad agigantada, algo que se sostiene en no poco medida en el fabuloso solo de guitarra que entra a tallar. Los TOUNDRA sacaron con todas las ganas del mundo su faceta épica para esta tremenda pieza. ‘Royn Neary’, tema que dura 2 minutos y segundos, es básicamente un estándar de post-rock en el que el cuarteto explora su vertiente más autoconstreñida, apostando por una elegancia rockera frontal. ‘Cruce Oeste’ se apropia de los últimos 7 minutos y 20 segundos del repertorio y lo hace reciclando y replanteando el esplendor lírico de ‘Kingston Falls’ a través de los recursos de fiereza que antes disfrutamos en los pasajes más aguerridos de ‘Mojave’. El grupo maneja el persistente núcleo temático con buen pulso de tal modo que siempre suene fresco. Se siente un tenor crepuscular en la modalidad tan intensivamente melancólica que el cuarteto instaura en el tratamiento del desarrollo melódico en curso, elaborando una sabia alternancia entre pasajes relajantes y otros ávidamente densos. De este modo, la melancolía predominante también abre paso a algunos matices alegres, especialmente durante el último minuto y medio.

“Vortex” es, a fin de cuentas, y para no caer en una retórica rimbombante, una gozada, y lo es porque, en sus propios términos, reactiva y refuerza el fuego vital de la banda (patente desde su primer disco de aquel ya relativamente lejano 2008) a través de la autoinstrucción de expansiones sonoras que el grupo creó en torno a sí mismo en los discos intermedios. Mas sería impreciso hablar de este disco de TOUNDRA como una simple labor de síntesis; lo es en cierta medida, cómo negarlo, pero tal como señalamos en el primer párrafo de la presente reseña, lo que aquí predomina es la recepción del impacto de una experiencia de aprendizaje para traducir dicha recepción a un discurso donde confluyen mente, músculo y nervio. Hasta ahora, la gente de TOUNDRA solo acierta y es por ello que lo único que nos por decir es un mensaje de gratitud por habernos brindado otra obra rockera de gran envergadura artística. ¡A por todo, Sres. Girón, López, Tocados y Pérez!


- Muestras de 'Vortex':

Cobra:

Kingston Falls:


cesar inca mendoza

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