Crónica del VIII Night of the Prog Festival

NIGHT OF THE PROG FESTIVAL - VIIIª Edición

Steven Wilson

Fotos: Edén J. Garrido (Subterranea.eu) / Ladybird

Auditorio de Loreley (Freilichtbühne Loreley)

St. Goarshausen (Alemania) 13 y 14 de Julio 2013

Un año más, el principal festival europeo al aire libre dedicado íntegramente al rock progresivo, tuvo lugar en el mítico auditorio de Loreley. 8ª Edición del NOTP y record de asistencia de españoles. Como ya es costumbre, acudimos en pleno el equipo de Subterranea. Y nos cabe la satisfacción de no haber estado solos, ya que entre los que se apuntaron a realizar el viaje con nosotros y los que acudieron a saludarnos durante los dos días del festival, pudimos contar a más de 30 españoles. Lejos quedan aquellos años en los que ver a un español en Loreley era más raro que un pingüino en el Sahara.

Sin duda el cartel de este año haya tenido mucho que ver para provocar semejante avalancha, un año en el que el Metal-Prog y las tendencias Post-Rock marcaban claramente su peso. Pero aún así, el reparto de escenario estuvo bastante dosificado, no faltando la presencia de viejas leyendas así como la necesaria dosis de buen Sinfónico.

Lo que sí se nota en Loreley es una peligrosa deriva hacia una tendencia cada vez más marcada a centrarse en bandas inglesas y nórdicas casi de forma exclusiva. La participación de otros países se circunscribía, y de forma muy escasa, a los grupos considerados menores, los que tocan al principio de cada sesión, eso que algunos denominan despectivamente (y muy equivocadamente) “grupos de relleno”. Contrasta especialmente la total ausencia de bandas alemanas y holandesas en esta 8ª edición, pese al altísimo nivel y cantidad de las mismas y a la grandísima calidad exhibida en ediciones anteriores por “los de casa”.

 

SABADO 13 de julio

Apertura de puertas con la puntualidad alemana habitual, que en esta edición se vio un poco trastocada a posteriori, y salen al escenario los norteamericanos Sanguine Hum. Las audiciones previas del material de estudio de esta banda no nos habían ofrecido demasiado a su favor, pero esperábamos ver algo mejor en directo. Los peores temores se confirman: canciones muy planas sin viso alguno de genialidad ni originalidad, voz monótona y carente de atractivo, puesta en escena nula… todo ello acompañado de un sonido bastante malo. Parecía como si teclados y guitarra estuvieran tocando diferentes piezas a la vez. No hubo nada en la actuación de Sanguine Hum que lograse atraer al público más allá de los propios incondicionales (muy pocos) que aplaudían a rabiar como si estuvieran ante la quintaesencia del Prog. Tras comentarlo con otros asistentes habituales a Loreley, la coincidencia es casi general, nadie entiende cómo ha podido llegar esta banda a todo un festival de este prestigio. Es sin duda el peor inicio de las ocho ediciones.

Sound of Contact
Sound of Contact

Por suerte no hay mal que cien años dure, ni grupo malo que consiga aguantar más de una hora sobre el escenario, y llegó el turno de una banda joven pero con muchísima más categoría: Sound of Contact. Simon Collins, el hijo del mítico Phil, tiene ante sí el siempre difícil reto de intentar demostrar que no está ahí sólo por su apellido, sino por méritos propios. Y para ello cuenta con la imprescindible ayuda de Dave Kerzner, todo un genio desatado en los teclados, así como de Matt Dorsey, más discreto en su papel pero igualmente eficaz. El resultado es una banda con un buen sonido muy conjuntado, muy a destacar en el buen empaste de las voces. Las composiciones son muy correctas, muy asequibles para oyentes de todos los gustos, con grandes momentos, especialmente a cargo de Kerzner a las teclas, que lograron arrancar varias oleadas de aplausos de un público cada vez más entregado. Por su parte, Simon demostró que ha tenido un buen maestro, exhibiendo sus dotes de buen batería, resultando mucho más convincente a las baquetas que con el micrófono. El álbum debut de este trio (que para los directos se convierte en quinteto con la adición de Randy McStine y Ronen Gordon) ‘Dimensionaut’ es todo un ejercicio de buena música, que trasladada al directo no solo no pierde ni un ápice de frescura y calidad, sino que gana en potencia y desarrollo. Resumiendo, una gran actuación de una banda que promete llegar muy alto. Ideal para atraer neófitos al Prog, algo que pretenden hacer con una larga gira que han llamado “Bring the Prog Back!”.

Tras el buen sabor de boca que nos dejaron Sound of Contact subió al escenario el único grupo del cartel de esta edición que repetía presencia en Loreley, una banda que nunca defrauda, The Pineapple Thief. El inigualable genio de Bruce Soord se hizo dueño del escenario por una hora para dejarnos un impresionante crescendo progresivo, tímido comienzo para ir a más con cada tema, exhibiendo un profundo lirismo, manejando de forma muy personal los cambios de ritmo, adentrándose en el camino de la psicodelia que tan bien sabe recorrer, todo ello acompañado de una puesta en escena y un saber moverse por el escenario, atrapando la atención del público como líder experimentado que es. Menos la casi obligatoria ‘Snowdrops’, todos los demás temas del setlist corresponden a sus tres últimos álbumes, lo que parece indicar que Bruce Soord mira más hacia adelante que hacia su pasado. Sea como fuera, Pineapple Thief son una banda que logra crecer en directo como nadie, de los que terminan los conciertos con 3 o 4 veces más público que cuando empiezan a tocar, y eso es algo que he podido apreciar las 4 veces que he tenido la suerte de verles en directo . Pero es que además cada vez son mejores. Aquellos que han escuchado sus discos de estudio y no han quedado cautivados por ellos, cuando los oyen sonar en directo dejan todo lo que están haciendo para acercarse al escenario, como hipnotizados por la magia de este psicodélico ladrón de piñas.

Cruzamos el ecuador de este primer día de festival y las cosas han ido de peor a mejor, ¿puede seguir mejorándose la tarde? La respuesta es sí, ¡y de qué manera! Muchos de los allí presentes estamos nerviosos ante lo que se nos viene encima, y es que para la gran mayoría es la primera vez que vamos a poder ver en directo a los tres grupos que restan. Es el turno de Crippled Black Phoenix, una de las bandas más impactantes y originales de los últimos tiempos. Suben al escenario 7 músicos: 3 guitarras, 2 teclistas, bajo y batería, todo un reto hacer que eso suene bien. Y resulta que no solo suenan bien, sino que aquello es pura delicia para los oídos. El fénix negro tullido inunda con su magia y su buen hacer el recinto de Loreley a lo largo de una hora y media que se disfruta de principio a fin. Una gran selección de temas de 4 de sus 5 albumes (tan solo quedó sin representación su primer disco), lograron contentar a la expectante audiencia hasta el punto de que a muchos nos quedó la sensación de que podían haber seguido tocando un buen rato más y nadie se hubiera quejado. No podía faltar su excelente cover del tema de Journey ‘Of a Lifetime’, tan excelente que hacen que suene aún mejor que los propios originales. Y es que es todo un personaje Justin Greaves, el creador de este interesante proyecto musical y que además resulta ser una persona muy agradable de tratar, como pudimos comprobar en la entrevista que nuestro compañero Engelbert Rodriguez le hizo para Subterranea.

Magma
Magma

Y llegó uno de los momentos más esperados de la noche, el grupo-leyenda del día y que traía un estilo de música que nunca antes se había visto en el NOTP Festival, los franceses Magma se apoderaban del escenario de Loreley para goze de muchos, perplejidad de otros, y extrañeza o apatía de unos pocos. Y es que no fueron precisamente pocos los que descubrieron por primera vez a una banda que tiene ya más de 40 años de existencia, leyenda absoluta dentro de la música progresiva, creadores de un estilo propio bautizado como Zeuhl, que significa ‘celestial’ en su propio lenguaje (también inventado), el Kobaïa.

Christian Vander, el absoluto líder de esta banda subió al escenario como sabedor de que tenía ante sí a muchos seguidores incondicionales, pero también de que estaba en uno de los “templos” del progresivo donde nunca antes había tocado, pese a su extensísima carrera. No se estaba jugando el contentar a sus seguidores, los seguidores de Magma son tan fieles que su pasión por la banda roza el fanatismo religioso, sino conseguir acercarse a un público que nunca antes había tenido la ocasión (o la voluntad) de ver a Magma en vivo. Y desde luego que consiguió capturar la atención de la audiencia hasta límites casi de mito. Hasta el propio Mikael Akerfeldt, líder de Opeth, estaba entre el público como uno más, absorto ante el derroche sonoro de Magma. Los franceses dieron un recital de antología, demostrando que el tiempo no pasa por ellos y que sus más de 40 años de carrera les han enseñado cómo hay que hacer las cosas sobre el escenario. Muy pocos fuimos capaces de resistir el hechizo magmático, y es que no me importa reconocer que nunca fueron santos de mi devoción, pero la entrega del público demostraba que los herejes éramos los que no estábamos allí delante, postrados ante el escenario donde sonaban las notas del Mëkanïk Dëstruktïẁ Kömmandöh en un derroche sónico impresionante.

Steven Wilson
Steven Wilson

La noche caía sobre Loreley y se acercaba el gran momento de la jornada. El “chico de oro del prog” se hacía dueño y señor del escenario, del auditorio, de los oídos y la mente de los presentes para dar un espectáculo como solo su genio es capaz de concebir. Las notas, nítidas y perfectas, del potente bajo del sin par Nick Beggs (el cual ya se está convirtiendo en un constante en Loreley, y siempre acompañando a los más grandes) abriendo el fantástico ‘Luminol’ presagiaban un concierto de los que nunca se borran de la memoria. Fueron 11 temas y un bis, acompañados de delirantes imágenes proyectadas sobre una pantalla, sonido e imagen formando un todo hipnótico que transportaba a la audiencia a un estado de entrega total. Además de Wilson y del mencionado Beggs, el resto de la banda es de primer premio en un concurso de virtuosos: Theo Travis en flauta y saxo, Guthrie Govan a la guitarra, Adam Holzman a los teclados y a las baquetas Chad Wackerman, sustituyendo al habitual Marco Minneman que no pudo estar por otros compromisos con Joe Satriani, con su propia banda, Aristocrats y con su nuevo (y prometedor) proyecto Levin Minnemann Rudess.

“Al Sr. Wilson hay que darle de comer aparte”, decía la parroquia, y es que el sentido de la frase es literal, con todas sus rarezas, sus extravagancias y sus –a veces- salidas de tono, a Steven Wilson se le puede permitir todo, porque “se ha ganado el derecho a ser todo lo extravagante que quiera” como decía nuestro amigo Aitor de las Heras. Fueron dos horas de ensueño, de música impresionante, de un sonido perfecto y envolvente, especialmente gracias a las trompetas que mandó colocar en la parte trasera del auditorio y que hacía que el sonido en los momentos clave te rodease y te envolviese como un manto sónico al que no podías menos que sucumbir. Imágenes sin fin en la pantalla, como una película delirante de la que no puedes apartar la vista, pese a que a veces su visionado te provoca cierta angustia, Pero es que la música en directo de Steven Wilson es para los cinco sentidos, la oyes, la ves, la sientes en tu piel, la hueles y la saboreas. 2 temas del ‘Insurgentes’, 3 del ‘Grace For Drowning’ y casi su último álbum al completo (del cual solo dejó sin tocar ‘The Pin Drop’) para terminar envolviéndonos con la mágica ‘The Steven Wilson 2Raven That Refuse to Sing’ que nos dejó sin aliento y con la emoción a flor de piel. Termina el tema y los músicos desaparecen del escenario, dejando solo a Adam Holzman para, iluminado tan solo por una tenue luz, tocar las maravillosas 11 notas finales del tema, que quedan vibrando sobre el auditorio como un virtual velo sonoro que pasase sobrevolando sobre todos nosotros. Fascinante, emotivo y mágico.

Tras la impresionante ovación que surgió del público en cuanto supimos reaccionar al estado de catarsis en que nos había sumergido, Steven Wilson regresó al escenario con su banda para darnos el punto final a una gran jornada. Antes de nada, dar las gracias a la concurrencia y recomendarnos que no nos perdiéramos al día siguiente a la banda de su mejor amigo. “Bueno… digo eso para echarle una mano, pero en realidad no son más que unos aprendices intentando hacer buena música”, y tras decir eso sale por un lateral el propio Mikael Akerfeldt haciéndole un corte de mangas. Momento jocoso de la noche, cosa que para un tío tan serio como Steven Wilson no deja de ser chocante. Bueno, es momento de acabar, ¿no queríais Porcupine Tree? Pues ale, ahí tenéis el ‘Radioactive Toy’, guten nacht y hasta la próxima.

Claramente impresionados ante el espectáculo que acabábamos de presenciar, nos encaminamos al Biergarten a tomar la última cerveza del día, contrastar nuestras impresiones y rapidito para la cama que al día siguiente empezábamos a las 12.

 

DOMINGO 14 de julio

12 del mediodía, calor por encima de 30 grados y un solazo de justicia que abrasa (a eso le llaman “buen tiempo” algunos), parece mentira que estemos en Alemania. La organización no está dispuesta a que se repita el desajuste horario del día anterior y a la hora en punto ya están los cubanos de Anima Mundi sobre el escenario. Desconocidos para la mayoría de los allí presentes, sorpresa para muchos y sin duda la banda revelación de esta edición del NOTP. Cuatro discos tienen ya en su haber estos musicazos, que provienen de una sólida formación musical. Y eso se nota, tanto en sus composiciones de fuerte contenido sinfónico como en su capacidad interpretativa. Anima Mundi tuvieron el difícil papel de tocar a una hora en la que el público todavía está medio somnoliento y aturdido, y consiguieron reunir a la parroquia en torno al escenario para disfrutar de una fantástica hora de música con un sonido excelente. Roberto Diaz a la guitarra y Virginia Peraza a los teclados son los cerebros y la columna vertebral de Anima Mundi, ambos dando muestra de su buen hacer, transportando al oyente a través de elegantes pasajes sinfónicos, pasando de cautivantes melodías a trepidantes solos que consiguen levantar a la adormilada audiencia. Su directo combina a la perfección la dulzura y la emotividad del mejor sinfónico con la fuerza del rock, y eso se debe en gran parte al genio de un batería impresionante llamado Manuel Govin, cuyo pasado heavymetalero se deja entrever en una pegada sólida y contundente que ayuda a reforzar el gran sonido de la banda, perfectamente secundado por un eficaz Yaroski Corredera al bajo. El nuevo cantante, Emmanuel Pirko, que tan solo lleva 7 meses en Anima Mundi, parece haber sintonizado muy bien con la banda. Se le nota cómodo, y aporta su voz de forma correcta al conjunto, evitando convertirse en protagonista. Pero la cosa no acaba aquí, y la aparición del sexto miembro de la banda, Anaisy Gómez a la gaita, que interviene magníficamente en algunos temas, aporta esa dosis de toque celta que hace que la música de Anima Mundi sea aún más agradable de escuchar. Un grupo muy recomendable y con un nivelazo musical impresionante, merecerían estar mucho más alto en el elenco internacional del prog, y por la cuenta que nos trae a los medios, es tiempo de que empecemos a valorar a estas bandas y a darles el justo reconocimiento que merecen por su labor. Si te gusta el rock sinfónico no dejes de escuchar a Anima Mundi, no te defraudará.

Tras la formidable tormenta sónica de los cubanos y su mundo de fantasía, volvemos a la realidad cotidiana con una de esas bandas que hacen estilos más “modernillos” y que suelen tener mayor aceptación por parte del público más joven. Los británicos Maybeshewill suben al escenario para brindarnos una dosis de eso que llaman ‘Math Rock’, con mucho de energía y coreografía saltarina, pero no tanto de ingenio musical. Es como escuchar a nuestros Jardín de la Croix pero con teclado y con bastante menos genialidad, la diferencia es que Maybeshewill son de Leicester, England, mientras que los Jardín son de un sitio “exótico y raro llamado Madrid”. Estoy convencido de que ante audiencias ventiañeras los Maybeshewill arrasan, pero a Loreley solemos ir los más tarrillas, los que llevamos 30 o 40 años (algunos hasta más de 50) en esto de la música, y los saltitos y los sonidos preprogramados no son algo que nos cautive en exceso. No obstante, seamos benévolos y reconozcamos que los británicos estuvieron bastante bien, dentro de su propio estilo. Brindaron momentos interesantes, sobre todo cuando se dedicaban más a tocar que a dar saltitos. Desgraciadamente no lograron un sonido limpio, tal vez porque el escenario les quedaba demasiado grande, pero por lo general lograron entretener al respetable y no hacerse excesivamente tediosos, pese a la repetición de fórmulas y estructuras.

Anglagard
Anglagard

Y de unos jovenzuelos dinámicos, cambio radical. Pasamos a los impertérritos, serios y correctísimos Anglagard, que vinieron dispuestos a demostrar lo que es música con mayúsculas. Los “renovados” Anglagard, podríamos decir, tras la marcha de su carismático batería Mattias Olsen y el regreso de uno de sus fundadores, Tord Lindman. Los suecos, a los que ya habíamos podido disfrutar en directo el pasado año en el Crescendo Festival, venían dispuestos a demostrar dos cosas: que su música está al nivel de las mejores bandas y que su vuelta a la actividad tiene fuerza y empuje como para continuar por muchos años. Sonido impecable, puesta en escena algo estática, como es habitual en ellos, pero los suecos hacen una música que es más para cerrar los ojos y dejarse envolverse por ella, aunque resulta un placer ver la aparente comodidad con la que hacen fácil lo más difícil. Lo que no se entiende es que un grupo de esta calidad salga al escenario a las 3 de la tarde, situado entre dos grupos tan diferentes a su estilo como Maybeshewill y Amplifier, con toda justicia deberían haber estado situados más adelante en el cartel. Sea como fuera y como Johan Brand dijo en una ocasión: “somos suecos y por eso nunca nos quejamos”, Anglagard dio una soberana lección de maestría musical y saber estar, haciendo un rápido repaso por sus tres discos en la escasa hora y cuarto que el programa del festival les permitía. Nota muy alta para el debut en Loreley de los veteranos suecos.

Amplifier
Amplifier

Tiempo de los británicos Amplifier, una banda que está obteniendo críticas muy favorables en ciertos sectores del Prog, y no solo en Inglaterra. Favores que no acaban de entenderse demasiado teniendo en cuenta las grandes carencias de estos muchachos sobre el escenario. Y es que su mayor fallo radica en su mal sonido en directo, en parte porque son una banda que trabaja demasiado los samples pregrabados y eso en álbum de estudio es fácil de organizar, pero la música en vivo es otra cosa, y también y sobre todo debido a su especial manía de confundir potencia con volumen. Meter un volumen estridente solo sirve para ensuciar, y no logra en absoluto su propósito de conseguir mayor cuerpo y contundencia a la música. Sea como fuere, los de Manchester están en un año dulce, gracias a las buenas críticas recibidas sobre su nuevo trabajo, ‘Echo Street’. Personalmente me gustaba más su álbum anterior, ‘The Octopus’, pero Amplifier intentó contentar a todos incluyendo en su setlist temas de ambos álbumes así como un recuerdo a su disco homónimo debut interpretando ‘Airborne’ para terminar su actuación. Sigo sin comprender cómo los organizadores del NOTP han considerado que esta banda merecía estar en esa posición en el cartel, y mucho menos aún introducirles entre dos bandas mucho más veteranas y con música mucho más elaborada y sonido infinitamente más perfeccionado.

Caravan
Caravan

Y es que tras la ruidosa descarga de Sel Belamir y sus muchachos, el escenario de Loreley se engalanó para recibir a una de las mejores bandas que han pisado ese incomparable auditorio. Reverencia ante los inigualables y eternos Caravan. Si la edad es un grado, en el caso de estos abueletes británicos es mucho más, es la demostración de que la buena música no tiene edad, y de que el gran músico lleva el amor por su instrumento mientras siga teniendo fuerzas para sostenerlo. ¡Y qué sonido! Limpio, directo, poderoso… una maravilla. Algunos jovenzuelos que creen que la clave está en meter ruido deberían aprender de estos maestros. La única pega que podemos poner a su actuación es que se hizo demasiado corta. Un comienzo genial con ‘Memory Lain, Hugh / Headloss’, seguido de ‘In the Land of Grey and Pink’, ‘Smoking Gun’, ‘The Unauthorized Breakfast Item’, ‘Golf Girl’, ‘Nightmare’ y ‘Fingers in the Till’ para terminar con un trepidante ‘Nine Feet Underground’ que dejó a la audiencia completamente entregada ante este quinteto de Canterbury que no pierde un solo ápice de su calidad a pesar de los 45 años de existencia. La entrega del público fue total, algunos maravillados ante lo que se estaba desarrollando sobre el escenario de Loreley, y los músicos supieron corresponder dando lo mejor de sí mismos. Mark Walker, pese a ser el más joven de la banda, acabó visiblemente agotado tras su fantástico y considerable derroche de genio con las baquetas. Quien mejor resumió la impresionante actuación de Caravan fue nuestra compañera Patricia, la heavymetalera Patri, que exclamó: “¡jolin con los yayos!”.

Devin Townsend Project
Devin Townsend Project

Nuevo cambio radical de estilo y sube al escenario el showman Devin Townsend, acompañado tan solo por Brian Waddell al bajo y el explosivo Ryan Van Poederooyen a la batería. Devin explica a la concurrencia la ausencia de Dave Young, segundo guitarra y teclista, debido a una emergencia familiar de última hora, y pone en su lugar una foto tamaño real del músico en el lugar que este debería haber ocupado en el escenario. Así comienza un show de más de hora y media de locuras y decibelios. Las locuras están bien, sobre todo si tienes gracia, sabes interactuar con el público y consigues no repetirte demasiado, y en eso hay que reconocer que Devin es todo un maestro. Mucha complicidad con el público, jugando con los fotógrafos en el foso como si fueran patos en un estanque, incluso mucho vacile con los guardas de seguridad que se volvían locos siguiéndole en sus constantes acercamientos a las vallas. Todo un divertido show. El problema es cuando te empeñas en hacer que todo suene como si la música fuese pura distorsión y el festival una competición para ver quien fabrica más sordos entre el público. En las seis veces que he estado en Loreley, nunca antes había escuchado a nadie sonar tan mal (ni siquiera a los Sanguine Hum). Pero lo peor es que no sonó mal porque hubiera problemas o porque fallase algo en el equipo, lo peor es que ese sonido extremadamente sucio y roto era totalmente intencionado. Ya lo dejó claro el propio Devin al subir al escenario: “vamos a acabar con esto del prog”, y vaya si lo hizo.

Resultó extraño que en su setlist incluyese tan sólo dos temas de su obra más reciente, Epicloud, concretamente ‘More!’ y ‘Grace’, y ambos los interpretó prácticamente al final; tal vez sea porque es un disco que en Alemania no ha obtenido el mismo éxito que en el Reino Unido o en USA, o tal vez por la ausencia de Dave Young. Sea como fuere, más de la mitad de su setlist estuvo compuesto de temas de su época en solitario, aunque el nivel de ruido y distorsión era tan elevado que poco importaba en realidad lo que estuviese tocando. Resumiendo, hora y media de mucho teatro y movimiento, mucho entretener al público, mucha fuerza desatada… pero desgraciadamente muy poco de calidad musical. Al igual que el dicho de “tantos árboles no dejaban ver el bosque”, aquí podríamos decir que “tanto estruendo no dejaba apreciar la música”.

Opeth
Opeth

En fin, por suerte beber cerveza ayuda a destaponar los oídos, y si además se trata de buena cerveza alemana, el placer es doble. Y había que preparar bien las orejas para escuchar a la banda estrella de la noche: Opeth. Tras una formidable entrada con ‘The Devil’s Orchard’ (qué bien volver a escuchar música en directo con buen sonido, tras la descarga de DTP), Mikael Akerfeldt hace toda una declaración de intenciones ante el público: Opeth es ahora algo muy diferente a lo que fue cuando empezaron hace ya 18 años, pero no solo no reniegan de su pasado sino que quieren contentar a todos los tipos de audiencia, por lo que avisa que no nos extrañemos cuando aparezcan los momentos más “deathmetaleros” y pide disculpas a los que se puedan sentir algo fuera de lugar. Y el recorrido por la extensa y magnífica carrera discográfica de Opeth se vió reflejado perfectamente en un setlist muy bien escogido: al menos un tema de cada uno de sus 8 últimos álbumes, desde el My Arms, Your Hearse de 1994 hasta el más reciente Heritage. Así, al Devil’s Orchard le siguieron ‘Ghost of Perdition’, ‘White Cluster ‘, ‘Hope Leaves’, ‘Atonement ‘, ‘Deliverance’ y ‘Heir Apparent ‘ para volver al Heritage con ‘Häxprocess’. Tras ello el momento acústico con ‘Demon of the Fall’ para terminar la actuación con un brillante ‘The Lines in My Hand’. La verdad es que esta banda, sin tener una puesta en escena nada especial, cautiva desde el primer momento por su música, por su impecable sonido, por unos desarrollos que hacen que estés en todo momento pendiente de cada cambio, cada matiz, cada adorno. No soy precisamente muy amante de las voces guturales que se diga, pero escuchar a Mikael Akerfeldt es algo muy diferente, hace unos cambios de voz impresionantes, sin aparente esfuerzo ni necesidad de desgañitarse, manteniendo su natural impavidez y seriedad sobre el escenario. Y el resto de la banda, sencillamente perfectos, funcionando como una maquinaria bien engrasada y contribuyendo cada uno de ellos a formar un todo muy correcto, ensamblado, vital.

Opeth 2Intensa ovación de un público totalmente entregado al grandísimo hacer de Opeth y sin tener que insistir mucho los de Estocolmo vuelven al escenario para agradecer los aplausos. Como no podía ser menos, Mikael Akerfeldt tenía que devolverle a su amigo Steven Wilson la broma del día anterior, así que a la hora de dar las gracias por tan magnífica velada, quiso tener un recuerdo para las bandas que habían participado en esa edición del NOTP, para la organización, para el público y por supuesto, “to my good friend… Misses Wilson”.

Un magnífico (y magníficamente interpretado) ‘Blackwater Park’ puso el punto final a la 8ª edición del Night of the Prog Festival. Otro año más y la confirmación de que, por mucho metal prog que incluyas en el cartel, el progresivo sigue siendo para una inmensa minoría. El día anterior al NOTP, Muse consiguieron meter 18.000 personas en el mismo auditorio donde 13 bandas, bastantes de las cuales de muchísima más categoría, solo consiguieron meter a unas 5.000, es difícil de entender pero así son las cosas.

Hay algunos puntos que criticar a la organización este año, empezando por una mala previsión en la cantidad de puestos de comida y oferta culinaria. Otros años había diferentes tipos de comida y permitían que hubiese puestos subcontratados para que la gente pudiese elegir de entre diferentes ofertas, sin embargo este año, tal vez por querer acaparar el negocio al máximo, solo estaban los puestos oficiales de la organización. Pero a pesar de todos los posibles fallos, Loreley sigue siendo el mejor festival open air de Europa íntegramente dedicado al Rock Progresivo (con permiso de Mr Devin Townsend, claro).


- Galería de fotos en Facebook (por Edén J. Garrido de Subterranea.eu / Ladybird):
El público


firma ricardo hernandez