La magia del arco iris del rock en pleno siglo XXI

Crónica del concierto de Over The Rainbow en Madrid
Fecha: 28/10/2009, 21:30h.
Calificación:

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La magia del arco iris del rock en pleno siglo XXI

Pablo M. Beleña (Fotos: Javier Moreno Vega)

:: FOTOS DEL CONCIERTO ::

Lea la entrevista que hicimos al grupo: Over The Rainbow, con Esquizofrenia

Esta crónica va dedicada, antes que al grupo o a los promotores, a los asistentes al concierto. Aproximadamente casi un millar de personas que disfrutaron, botaron y se emocionaron con los grandes éxitos de una de las mejores bandas del rock de todos los tiempos: Rainbow. Tocaban Over The Rainbow, la banda que el hijo de Ritchie Blackmore ha creado junto a 'ex' del grupo, como Joe Lynn Turner o Bobby Rondinelli. Por eso era como escucharles a ellos. Por eso hubo casi lágrimas cuando se escuchaban temas como 'I Surrender', ' Long Live Rock 'n' Roll' o 'Stargazer'. Emoción e Historia viva del rock.

El primer comentario que hay que hacer es que una hora y 40 minutos de Rainbow satisface a cualquiera. Más si los asistentes eran gentes amantes del buen rock y de las tradiciones más setenteras y ochentenas. Eso sí, el set list no me convenció del todo. No tanto porque faltaran unos u otros temas, puesto que ya sería un criterio subjetivo. Lo digo porque no me convenció cómo el grupo distribuyó sus balas para acribillar a la audiencia. Un final algo flojo para un repertorio que daba para mucho. Pero es sólo una pequeña crítica.

Mientras tanto, habría que perderse por otros elementos como el análisis a sus integrantes. Es inevitable. Como inevitable es referirse primero al 'hijísimo', a Jürgen, la criatura del dios de la guitarra: Ritchie Blackmore. Mientras el histórico guitarrista de Deep Purple y Rainbow se dedica a la música renacentista y tardomedieval junto a su nueva esposa, la encantadora -de vista- Candice Night -casi tan odiada en el panorama musical como Yoko Ono, señalada como la culpable del desvarío de Ritchie en su carrera artística-, el hijo intenta salvar el apellido familiar. Lo hace con honor, pero anda justito. Nadie duda de que Jürgen R. Blackmore es un buen guitarrista. Pero no es un as ni un crack de las 6 cuerdas. Dejémoslo en que cumple las expectativas y tiene el gran mérito de haber resucitado este proyecto, este mito del rock. Pero poco más. Se le agradece, eso sí, que no haya heredado ni la mitad del ego de su padre, ya que da todo el protagonismo a sus 'mayores', a los ex compañeros de su progenitor. Sobre todo a Joe Lynn Turner.

Y ahí llega el siguiente punto. Joe Lynn Turner está tremendo. Pese a su edad, conserva estupendamente una voz que no da para llegar a los tonos de Dio, ni para ser tan potente y ronca como la de Graham Bonett. Pero es tan versátil que puede interpretar los temas de todas las etapas de Rainbow sin que suene nada extraño. Además, se come el escenario, no deja de conectar con las primeras filas, de hacer coñas con el graderío, piropear a las féminas más vistosas, y lo da todo. Pese a su edad, ahí está, con una tonelada de botox encima y el pelo planchadito para parecer un veinteañero. Nada de críticas. Es un monstruo. Musical, digo.

Comentarios aparte merece un gigantesco Bobby Rondinelli. Que tiene de gigante lo musical y de pequeño el tema fisiológico. Vamos, que es de mi quinta, de la que no llega al 1,70. Un gustazo haberle conocido y saludado al término del concierto y compartir su energía. Un entusiasmo que desprende con sus baquetas y su chulería: la actitud chulesca del rock de los 70, irreverente pero lleno de calidad, no como la imagen del actual pop-rock que se vende ahora a los actuales adolescentes. Rondinelli levantaba pasiones con cada solo de batería y con su carisma.

Mismos o similares elogios para un tremendísimo Greg Smith, no sólo por su labor al bajo, sino por ser un estupendo corista. Ayudó, y mucho, a Turner, sin quitar méritos a nadie. Sólo para sumárselos. Más al margen queda Paul Morris, el teclista, que era más desconocido para muchos pese a que también estuvo en los 90 con la banda de Blackmore padre.

Y del set list, poco que decir. Era evidente que tocarían los inevitables hits de Rainbow, pero personalmente habría quitado alguna canción y puesto alguna otra. Como por ejemplo, una de mis favoritas, 'Still I'm Sad', que ni siquiera era de Rainbow originariamente. También se echó de menos que se alargaran las secuencias del 'Over The Rainbow' o alguna referencia a la novena sinfonía de Bethoveen, que Ritchie amaba siempre interpretar en la parte de los solos. La 'Canción de la alegría', vamos, como se la conoce popularmente.

Pero insisto: ninguna intención de dar un tono negativo al resumen-balance del concierto. Grandísima fiesta, grandísimos recuerdos y grandísimas emociones las que despertaron este quinteto. Escuchar tantos temas clásicos como si sonaran los originales Rainbow -para algo pasaron por la banda todos menos el propio hijo de Blackmore- fue algo casi espiritual. Una experiencia religiosa, como se suele decir. Larga vida al rock and roll. Y qué leches. Larga vida al arco iris más mágico del rock: Rainbow.

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Lea la entrevista que hicimos al grupo: Over The Rainbow, con Esquizofrenia

Pablo M. Beleña
Octubre 2009

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