¿Por qué me siento a gusto en la tribu del rock?

Lo cierto es que odio ese concepto de las tribus y otros términos similares. Pero si reflexionamos los que amamos el rock, ya sea en cualquiera de sus múltiples vertientes -el heavy, el hard, el progresivo, el alternativo, el gótico...-, nos sentimos algo discriminados y apartados por una sociedad mercantilista, superficial, en la que en la música impera la mediocridad y la ausencia de talento, de calidad, de profundidad y de coherencia. Los garitos de un viernes o un sábado noche se llenan de 'bisbales', música latina, de baile o infumable pachanga. Es así, es lo que hay, o lo tomas o lo dejas.

Entonces es cuando caigo... ¿qué sensación tenéis cuando en algún sitio escucháis, de repente, sin esperarlo, un tema de rock, aunque sea incluso Nirvana, o las canciones que menos os gustan de Metallica? ¿No sentís algo dentro que te ilusiona, un piloto que se enciende y te hace sentir bien? En dos ocasiones de la misma semana he escuchado a los amos del thrash, a Metallica, en sendos supermercados, entre gente de edad, amas de casa y jóvenes horteras varios. El sentimiento, al oír esa música, me inunda. Y es un sentimiento de satisfacción que incluso llamaría 'moral'. Es como si la sociedad se auto-reparara por segundos, como si alcanzara una redención.

Es exactamente lo mismo, por mucho que todos seamos libres e independientes, sin esperar nada de las muchedumbres, que cuando en plena calle nos cruzamos con uno de la 'tribu'. Vemos una camiseta de un grupo, la analizamos, nos fijamos de qué disco es, o qué gira conmemora. O vemos unos cabellos heavy o prendas características y nos sentimos, al menos yo, mejor rodeado. ¿Habéis visto las películas-documentales 'Metal' y 'Metal 2'? En ellas, el autor intenta recorrer todo el planeta para lograr comprender qué nos sucede, por qué nos sentimos hermanados con gente que ni conocemos. Y todo porque en un rincón insospechado, en un lugar inmundo o allá donde no esperábamos nada, suena una canción, sonreímos, y vemos que alguien conoce la letra. En este documental, el realizador recorre lugares del mundo como India o Indonesia, pasando por Irán, China, Emiratos Árabes... en todos ellos el rock duro está maldito, mal visto... pero subsiste. Y cantan los mismos estribillos de Iron Maiden que nosotros. Saltan igual con las percusiones de Megadeth o babean ante una melodía onírica de Pink Floyd. Es magia. Es rock. Algo que une por encima de las fronteras, los muros y las censuras que el ser humano crea. Sí. No por ello me siento con menos personalidad que el que no lo admite: me considero parte de una tribu de la que estoy orgulloso de pertenecer.

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