Soft Heap: en qué andaban los señores Hopper, Dean, Gowen y Pyle a finales de los 1970

Soft Heap

Hoy se nos antoja hacer una retrospectiva sobre un momento particular de la escena progresiva británica de fines de los 1970 y la enfocamos en torno a la pregunta del encabezado: ¿en qué andaban los señores Hopper, Dean, Gowen y Pyle a fines de los 1970? Pues ocupados formando el cuarteto instrumental SOFT HEAP y componiendo material propio a ritmo frenético. Nótese que el nombre del grupo tiene en la segunda palabra las iniciales de los apellidos de cada uno de los involucrados. SOFT HEAP era un ensamble espectacular que procuraba reclamar y reactivar los últimos coletazos de ese gran crucero musical que fue el movimiento mal bautizado Canterbury. También fue un ensamble que tuvo el triste honor de ser el primero en tener todos sus integrantes muertos dentro de la historia del movimiento progresivo, siendo el primero en irse Gowen (17 de mayo de 1981, pocos meses antes de llegar a los 34 años de edad) y el último, Hopper (7 de junio del 2009); en medio se fueron Dean y Pyle, en febrero y agosto del mismo año 2006, respectivamente. En esta retrospectiva también echaremos un vistazo al disco que hicieron a dúo Hugh Hopper y Alan Gowen “Two Rainbows Daily”, del año 1980. Luego, nos zambulliremos en el último proyecto fonográfico en el que estuvo involucrado Gowen, el cuarteto simplemente llamado ALAN GOWEN / PHIL MILLER / RICHARD SINCLAIR / TREVOR TOMKINS con su único disco “Before A Word Is Said”, del año 1981, un disco que Gowen no alcanzó a ver convertido en ítem físico. Finalmente, dando un gran salto hacia los primeros años del nuevo milenio a través de la máquina del tiempo, nos remitiremos a una efímera pero intensa aventura japonesa en la que estuvieron involucrados los maestros Dean y Hopper: SOFT MOUNTAIN. Más detalles, posteriormente.

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SOFT HEAP surgió en enero de 1978 por el simple hecho del deseo común de los cuatro colegas de hacer música progresiva con alto componente de jazz experimental. Cuando llegó el momento de salir a los escenarios para promover la nueva música que este mágico y genial aquelarre de héroes del Canterbury había creado, Pip Pyle estuvo poco disponible para la ocasión debido a sus ocupaciones con NATIONAL HEALTH (alternaban las actuaciones que podían lograr con las sesiones de grabación para su entonces en ciernes segundo álbum) por lo que tras un puñado de presentaciones tuvo que ser reemplazado por Dave Sheen: así las cosas, el grupo modificó ligeramente su nombre a SOFT HEAD. De hecho, el debut de SOFT HEAP se hizo bajo esta guisa de SOFT HEAD pues en 1978 se publicó el disco en vivo “Rogue Element”, a partir de una actuación que tuvo lugar en mayo de ese año 1978 en el Chez Jacky “A L’Ouest de la Grosne”, en la localidad francesa de Bresse sur Grosne. La publicación de este disco estuvo a cargo del sello Ogun mientras que los originales de SOFT HEAP solo pudieron reunirse en octubre de 1978 para ensayar y grabar de una buena vez su repertorio de seis piezas nuevas en los pequeños Pathway Studios de Londres. El disco homónimo “Soft Heap” fue publicado a inicios de 1979 por Charly Records, el mismo sello que publicó los dos álbumes de NATIONAL HEALTH. Más adelante, en SOFT HEAD, John Greaves (emigrante de justamente de NATIONAL HEALTH) reemplazó a Hopper y en 1981 el grupo empleó al guitarrista Mark Hewins para reemplazar al entonces recientemente fallecido Alan Gowen. Por respeto a la memoria de Gowen, el ensamble siguió conservando el nombre de SOFT HEAP durante los pocos meses de actividad que le quedaban. Por ahora, concentrémonos en el disco “Soft Heap”.

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‘Circle Line’, una composición de Hopper, abre el disco con unos aires de free-jazz que se desarrollan como una evocación continua desde la cual la mente renuncia a completar sus ideas para concentrarse en dirigir mil y una miradas hacia el cambiante entorno que nos rodea: los primeros golpes adustos de su bajo, prestamente acompañados por las delicadas florituras del saxo de Dean, anuncian el que será una permanente disposición de vigilante levedad. Este tema que más bien funciona como un preludio permanente de casi 7 minutos de duración nos prepara para recibir con los brazos abiertos al ejercicio de expresividad más suelta de ‘A.W.O.L.’, una composición colectiva de 9 ½ minutos de duración en la que los cuatro músicos refuerzan las potencialidades de sus instrumentos en aras de proyectar sus respectivas libertades individuales dentro de una armazón que habrá de encontrar su propio orden bajo reglas inestables y pautas aventureras. El bajo de Hopper se regocija explotando varios trucos desde su propio fuzz, y mientras que el sintetizador espacial de Gowen se reparte el armzón del aura misteriosa con el saxo introspectivo de Dean, Pyle exhibe sus habituales dosis de musculatura y nervio hasta el punto de asumir prácticamente el rol central dentro de la instrumentación (incluso en aquellos momentos en los que baja el punche). En los dos últimos minutos, Gowen se manda con un solo de Moog de esos que solamente él sabía realizar con su tacto tan único y su virtuosismo tan idiosincrático. Hablando de Gowen, el tema siguiente ‘Petit 3’s’ es una composición suya de 6 1⁄4 minutos donde típicamente se explora el lirismo etéreo que él supo convertir en marca registrada de GILGAMESH (para nosotros, una de las bandas más brillantes y exquisitas de toda la historia del Canterbury). Bajo la guía de la sedosa maestría de Gowen, los fraseos del piano eléctrico fluyen como si las teclas fuesen tocadas por pétalos de rosas, siendo así que Dean recibe perfectamente el mensaje para volcar retratos sonoros de pensamientos nostálgicos a través de su saxo. No es una pieza exenta de vitalidad, que conste, pero sí tiene en lo melancólico su foco apropiado para expresar las vibraciones contemplativas exorcizadas en el momento.

Conformando la dupla inicial del lado B del disco, ‘Terra Nova’ y ‘Fara’ son sendas composiciones de Dean. El primero de estos temas mencionados exhibe una excursión extrovertida y colorida tras una sección introductoria reposada que en cierta medida nos recordaba al relax melancólico de ‘Petit 3’s’, pero esta vez la cosa iba en plan de preparar el terreno para un jolgorio musical en ciernes en vez de marcar la pauta. Dean se luce de manera genuina sin apelar a malabarismos manieristas, manteniéndose muy en línea con los aportes que brindó a la brillante etapa de madurez que los SOFT MACHINE experimentaron entre los discos tercero y quinto (una época tan efervescente como dramática dentro de la historia de este referente eterno de la escena Canterbury). Por su parte, ‘Fara’ es una pieza lenta en clave blues que bien remonta a los estándares de NUCLEUS y las bandas de jazz de Keith Tippett: los metales adicionales brindados por los invitados Marc Charig (trompeta) y Radu Malfatti (trombón) asumen un rol destacado que resulta conveniente a fin de que la languidez inherente al motivo básico vea bien explotado su espíritu crepuscular y meditabundo con un toque extra moderado de densidad impresionista. A modo de contrapunto concluyente, ‘Short Hand’ (otra composición de Gowen) exhibe un simpático motivo ágil ampliamente explayado por un electrizante dueto de saxo y batería: es como si el grupo quisiese despedir este registro con fuegos artificiales dibujados con tinta delicada sobre terciopelo a través de una ingeniería festiva. De por sí las variantes rítmicas imponen un esquema de trabajo intrincado pero el cuarteto le añade más sofisticación al asunto al volver a coquetear abiertamente con el free-jazz. Un final así de excitante para un disco así de genial gestado por esta congregación de auténticos genios significa un clímax totalmente adecuado para celebrar la química compartida que los cuatro músicos involucrados supieron explotar con plena solvencia; a través de las exploraciones registradas en cada ítem contenido en el repertorio de “Soft Heap”, se conquistó la perfecta comunión de individualidad y colectividad en el arte del sonido.

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Vayamos ahora a “Rogue Element”, el disco en vivo que supuso el extraño debut fáctico de este proyecto en el mercado fonográfico. ‘Seven For Lee’ abre el repertorio con casi 9 minutos de expansiones extrovertidas y tremendamente dinámicas sobre un tempo de 7/8. El saxello asume un rol protagónico sumamente intenso mientras las ingeniosas (y hasta heterodoxas) líneas de bajo cimentan el camino a ser edificado y transitado por los otros tres instrumentos. En el pasaje final se revierte todo hacia un momentáneo momento de calma antes de que el jolgorio final se deje llevar por el empuje enérgico de la dupla rítmica. La dupla de ‘Seven Drones’ y ‘Remain So’ (compuestos por Hopper y Gowen, respectivamente) se encarga de seguir adelante con este espíritu celebratorio a través de las siempre reveladoras variantes que este colectivo de luminarias del Canterbury es capaz de gestar, idear y desarrollar. ‘Seven Drones’ se deja envolver por erupciones continuas de disonancias que oscilan entre lo misterioso y lo festivo en los teclados mientras que el bajo elabora excursiones relativamente libres sobre la base armónica. Los diversos momentos de los solos de Dean brillan con un fulgor tenso e intenso. Extravagante sin llegar siquiera a acercase a lo chocante, esta pieza refleja muy bien las inquietudes más traviesas del ensamble. Por su parte, el talante predominante de ‘Remain So’ es uno de sofisticada vivacidad donde la elocuencia del momento es manejada a través de una ingeniería de complejas y variables estructuras rítmicas. Es de lo mejor y más vivaz que ha compuesto el inmortal maestro Gowen en toda su vida... nos atrevemos a afirmar algo así de categórico.

Cuando llega el turno de la extensa pieza ‘Ranova’ (una versión modificada de ‘Terra Nova’, que aquí dura casi 17 minutos), el ensamble se dispone a enfatizar su capacidad de pasearse por diversas atmósferas que van desde las más sosegadas hasta las más arrebatadoras, dándole una buen dibujada candidez a las primeras y jugando con tensos vericuetos en las segundas. Eso sí, el vigor desplegado en estos vericuetos que acabamos de mencionar es manejado con un impoluto sentido de la distinción. ‘C You Again’ comienza con un solo de saxo que sirve como elemento introductorio revitalizador tras la experiencia de la pieza precedente, creando el contexto etéreo para una pieza que es serena mas no relajante, pues la abundancia de recursos disonantes en su cuerpo temático invita a imaginar una hidalguía grisácea y solipsista. Tenemos que especificar que ‘Ranova’ y ‘C You Again’ son bonus tracks de la edición de CD que publicó el mismo sello Ogun Records en el año 1996. Otro ítem de largo aliento es ‘C.R.R.C.’ con sus 14 minutos de duración, el cual se caracteriza por desarrollar y apuntalar una atmósfera relajante y contemplativa, muchas veces llegando a hacerse intimista. Tras un breve interludio extrovertido que emerge a poco de pasada la frontera del quinto minuto, casi como emulando el desocultamiento del sol desde detrás de unas tercamente imponentes nubes, la pieza vuelve a su espiritualidad serena e intimista, incluso afianzando más ese tipo de talante. El repertorio se cierra con el simpático tema ‘One Three Nine’, tema muy alegre donde el teclado y el saxofón toman turno en los solos, terminando todo con un solo de bajo que guía el camino hacia los golpes finales. También hay otros documentos en vivo de SOFT HEAP que son de gran valor para los coleccionistas: “Al Dente”, publicado en el 2008 por el sello Reel Recordings a partir de un concierto de noviembre de 1978 realizado por la alineación original de Hopper, Dean, Gowen y Pyle; y “A Veritable Centaur”, publicado en 1995 por el sello Impetus Records a partir de conciertos realizados en Francia en el año 1982, con la formación de Dean, Pyle, el guitarrista Mark Hewins y el bajista-organista John Greaves. Ya en esa época, como dijimos anteriormente, Alan Gowen no estaba entre nosotros. No nos detendremos en estos dos discos por sí; más bien, pasamos ahora a la secuencia del disco a dúo de los maestros Gowen y Hopper y el proyecto anglo-japonés donde estuvo involucrado el primero de estos.

Así pues, volvemos a los tiempos de intensa interacción entre los músicos de SOFT HEAP y centramos nuestra atención en la camaradería especial que surgió entre los maestros Hugh Hopper y Alan Gowen. La edición del disco “Two Rainbows Daily” en el año 1980 por vía de Red Records fue el fruto fonográfico concreto de esta camaradería; la reedición que produjo el sello Cuneiform Records en el año 1995 contiene 5 bonus tracks en vivo registrados el día 21 de setiembre del mismo año 1980 en South Hill, Bracknell, siendo así que en esa actuación el dúo contó con la colaboración del baterista-percusionista Nigel Morris (a quien Hopper conocía de los tiempos en que era integrante de ISOTOPE). Hopper conocía a Gowen cuando aún eran ambos integrantes de SOFT MACHINE y GILGAMESH, respectivamente, y pronto surgió una mutua gran admiración y su correspondiente equivalencia espiritual de amistad. SOFT HEAP fue la primera ocasión en que Hopper tocaba con Pyle y Gowen: le encantó notar lo velozmente que entabló una sólida dinámica rítmica con el buen Pip, pero sobre todo le llamó la atención el modo en que los solos e improvisaciones del Mini-Moog de Gowen y el saxofón de Dean creaban una magia dual con vida propia. El cuarteto tenía preparado un repertorio con sus nuevas composiciones del todavía potencial álbum homónimo más algunas piezas compuestas para SOFT MACHINE por parte de Dean y Hopper, pero, como ya vimos antes, la gira francesa que el grupo programó se tuvo que hacer bajo el nombre de SOFT HEAD debido a la presencia de Dave Sheen en lugar de Pyle. Tras la gira francesa y un par de conciertos en sus Inglaterra natal, el grupo se tomó un tiempo de receso, algo que le venía muy bien a Gowen porque quería rearmar a GILGAMESH, algo para lo cual convocó a un bien dispuesto Hopper. Cuando estaba a punto de terminarse el año 1978 y GILGAMESH ya tenía clausurada su segunda y última etapa, Hopper decidió dejar la música por un año y unos meses, aunque seguía tratando con frecuencia a sus viejos amigos de diversos grupo en ocasiones sociales. Mientras todavía existía el GILGAMESH del segundo álbum existía una pieza a dúo entre Gowen y Hopper llamada ‘Foel’d Again’ que hizo pensar al buen Alan que tal vez ambos podrían hacer un disco entero solo como dúo. Estaba terminando el primer tercio del año 1980 cuando Gowen notó en Hopper el nuevo despertar de la inquietud por crear música y así, apelando al ímpetu del momento, los dos se armaron con un bajo, dos sintetizadores Moog y ARP, un piano eléctrico y otro acústico, y pusieron manos a la obra en el estudio 139 Trinity Road de Tooting (la casa de Gowen, para ser más exactos) en la gestación de “Two Rainbows Daily”, algo que les ocupó entre los días 2 y 7 de junio.

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Repasemos ahora los detalles de este disco. Su tema de apertura dura poco menos de 6 minutos y se titula ‘Seen Through A Door’: despliega unas arquitecturas melódicas pletóricas de recovecos manieristas donde las diversas capas de sintetizador y bajo se apoderan de todos los espacios y la riqueza de modalidades para dar vueltas al cuerpo central resulta envolvente. Los siguientes 6 ½ minutos están ocupados por ‘Morning Order’, pieza que llama principalmente la atención por su talante contenido y otoñal, haciendo que la atmósfera reposada que se expande con refinada convicción oscile suavemente entre la indefinida melancolía y la etérea apacibilidad. El bajo realiza una labor relativamente sencilla en la mayor parte del tiempo pero la ingrávida sutileza que dibujan los teclados le permite hacerse notar sin mayor esfuerzo. ‘Fishtank 1’ entra a tallar para explorar la faceta más propiamente atmosférica del grupo: el motif creado para la ocasión tiene una cualidad flotante. Esto suena hasta cierto punto celestial, pero también hay algo de sombrío latiendo por allí de manera persistente a través de las distorsionadas capas minimalistas del bajo: ojo que en algún momento el bajo estalla en un solo filudo que, en lugar de romper con el aura flotante imperante, le da un matiz más robusto. La pieza homónima se encarga de cerrar la primera mitad del álbum y lo hace de una forma genuinamente majestuosa: con el piano ocupando un rol protagónico por primera vez, su manera de enseñorearse del desarrollo melódico es sustentada a la perfección por las capas subterráneas de los teclados mientras Hopper va hallando espacios para acentuar algunos momentos estratégicos del groove reinante. 4 ¼ minutos de pura gloria musical a cargo de estos dos genios inconmensurables. El lado B del disco se inicia con ‘Elibom’, una composición de Hopper (la única que no es del dúo) que juega con un amplio groove jazzero que tan pronto nos remite a los tiempos del “Six” de SOFT MACHINE como también a ciertos factores del paradigma de unos WEATHER REPORT (pre-Pastorius). Crear un espíritu de soltura con pulso firme, ése es el lema de este quinto tema del disco.

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‘Every Silver Lining’ se caracteriza por exhibir vibraciones extrovertidas que refuerzan el lado modernista de la banda: toda la parafernalia de las múltiples capas de sintetizadores y las imperiosas pulsaciones de bajo que resuenan como una inquietante maquinaria se articulan en un esquema de trabajo propio para poner música de fondo a imágenes frenéticas y tortuosas de una fábrica. Algunas capas esta de sintetizador y bajo realmente suenan amenazantes… y aun así, también hay algo de acogedor en el reinante aire de gracilidad que signa a esta pieza, por paradójico que suene. Los últimos 9 minutos y pico de “Two Rainbows Daily” están ocupados por ‘Waltz For Nobby’, una pieza diseñada para hacer una síntesis entre el colorido del primer tema del álbum y el talante introvertido del segundo, tal vez con un mayor énfasis en estos último. Uno no puede decidir cuál de los muchos solos de sintetizador que realiza Gowen a lo largo del camino es el más bello, todos son inapelablemente cautivadores, imponiendo su magia sin aspavientos. El armazón de piano eléctrico y bajo sobre el que se respalda el groove constante se porta con precisión matemática. La serie de bonus tracks comienza con ‘Chunka’s Troll’, una pieza extrovertida portadora de una espiritualidad grave. Luego sigue la dupla de ‘Little Dream’ y ‘Soon To Fly’, ambas piezas estipuladas para poner algo de relax emocional tras el despliegue de adusta garra de ‘Chunka’s Troll’: el primero de estos temas mantiene una estrategia tentativa y onírica, algo muy acorde con su título, a través de una serie de viñetas sonoras ingrávidas y misteriosas; por su parte, el segundo de estos temas se centra en una serie de efluvios manieristas de piano que oscilan entre lo contemplativo y lo vivaz. ‘Bracknell Ballad’ se explaya en juegos de deconstrucciones manejados con sigilosa lucidez mientras que ‘Stopes Change’ se orienta entusiastamente por los drásticamente aventureros caminos del free-jazz: aquí no hay deconstrucción sino continua reconstrucción que repudia la comodidad de lo fijo.

Teniendo ya dictaminado el fin de su vida en el corto plazo por culpa de la leucemia, Gowen vivió el resto de sus meses de vida como un auténtico trabajólico dispuesto a dejar tras de sí un testamento lo más nutrido de música que sea posible. Fue así que nació el cuarteto simplemente llamado ALAN GOWEN, PHIL MILLER, RICHARD SINCLAIR & TREVOR TOMKINS, el cual registró un hermoso disco titulado “Before A Word Is Said”. Grabado en dos jornadas en ese estudio de Trinity Road que era la casa de Alan Gowen, una entre el 25 y el 27 de abril de 1981, y la otra entre el 2 y el 4 del mayo siguiente, el catálogo de ocho piezas que conforma “Before A Word Is Said” fue lanzado al mercado por vía del pequeño sello Europa Records. Pero para entonces, ya no estaba Alan Gowen entre nosotros: de hecho, su muerte ocurrió menos de dos semanas después de la última sesión de grabación de este disco. Un testamento final de la visión musical que trajo consigo durante si existencia terrenal, “Before A Word Is Said” refleja a la perfección el tipo de conexión creativa que a Gowen le gustaba generar en torno a sí, y de hecho, merece ser considerado como una de las joyas más sobresalientes de la producción progresiva mundial después de los 70s. Cómo no, también como una de las obras más hermosas emergidas de la vertiente Canterbury, ya sea durante los 70s o en cualquier momento de la historia, para tal caso.

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‘Above And Below’ irrumpe con todo al llenar de color y vigor los primeros minutos de “Before A Word Is Said”, más de 7 ½ minutos para ser más exactos. Su estructura comienza con un esplendor contenido, al modo de un apacible día soleado de fines de otoño que prepara el camino para las primeras horas de la próxima primavera. Así las cosas, a poco de traspasar la frontera del tercer minuto y medio, el bajo promueve la realización e instauración de un groove más extrovertido, faena que se completa cuando el sintetizador toma la posta del liderazgo. Para las últimas instancias, la guitarra pasa al frente con el dibujo de unos arquitectónicos fraseos portadores de un encanto sobriamente luminoso. Luego sigue la bella pieza ‘Reflexes In The Margin’, la primera de las tres composiciones de Gowen que forman parte del disco. El cuerpo central y el swing ostentan sus propios dinamismos congregados al unísono para gestar un fulgor tremendamente cautivador; mientras los dos instrumentos de cuerda fungen como socios perfectos de las bases armónicas de sintetizador, la batería exhibe un empuje señorial desde cuya fuerza de carácter se arropa a los demás instrumentos. Solo cuando se abre una cavidad para el solo de guitarra es que el entramado instrumental se relaja un poco mientras preserva el tempo. ‘Nowadays A Silhouette’ es una composición de Miller cuyos orígenes se remontan al último año de NATIONAL HEALTH (esa época en que Gowen reemplazó a su amigo y cofundador Dave Stewart). El halo introvertido bajo el cual va fluyendo el continuo reforzamiento de la base armónica de la pieza deja campo para varios solos de sintetizador, cada uno más impactante que el otro; mientras tanto, el bajo se hace sentir con sus acentuaciones del swing vigente, creando así un efectivo contrapunto grisáceo ante las gráciles florituras del sintetizador. Es tan atrapante la aureola contemplativa de esta pieza que uno puede muy bien lamentar que tan solo dure 4 ½ minutos. La breve pieza ‘Silver Star’ – dura poco más de 2 ¼ minutos – se encarga de cerrar la primera mitad del disco y lo hace con un groove llamativo de inspiración funky aunque sin llegar a hacerse realmente trepidante. Lejos de arrojarse a los brazos de una trivial ligereza, el grupo sabe crear recursos de ilustrativa densidad por vía de los teclados de Gowen y, claro está, el solo inicial de guitarra ya había aportado algo de garra al asunto.

‘Fourfold’ traspasa el ecuador del repertorio con un talante extrovertido que, en muchos aspectos, instaura los momentos más joviales del álbum. De todas maneras, la vitalidad de la batería causa un impacto sesudo y meticuloso en el armazón global de los instrumentos, y también tenemos una magistral sucesión de solos a cargo de Gowen y Miller en una sucesión electrizante: el primer solo fue señorialmente aristocrático, el segundo, exquisitamente sobrio… y todavía queda un solo más de Gowen que da irrefutable muestra de una elegancia performativa que se hallaba en un nivel estratosférico. La verdad que este tema es una verdadera gozada. La pieza homónima ocupa un espacio de casi 8 minutos: no solo es el ítem más extenso del álbum sino que también es el más conmovedor con esa mágica languidez que ostenta a través de la recurrente repetición de la sencilla base armónica que sirve como núcleo compositivo. Comenzando y terminando con el ruido de niños jugando y corriendo en la calle, el hálito de ‘Before A Word Is Said’ es triste y el atavío que lo recubre es abstractamente solemne. Al modo de un crepuscular ensueño cuyo esencial aire de reposo nos confronta ante el misterio de la penumbra definitiva que abraza a la vida después de la vida, las recurrentes capas de sintetizador y las minimalistas cadencias de la guitarra (con añadidos tarareos a cargo de Sinclair) van inundando espacios con una languidez surrealista. La labor de Tomkins está mayormente centrada en los platillos mientras que la guitarra de Miller, a mitad de camino, crea espacios para soltarse un poco más. ¿Una elegía que Gowen anticipó para sí mismo? Es muy posible que se trate de eso mismo. La penúltima pieza del disco es una composición de Sinclair titulada ‘Umbrellas’, la cual se porta un aura jovial que nos remonta a los tiempos de HATFIELD AND THE NORTH pero bajo el embrujo de los GILGAMESH del primer álbum. Aunque la pieza no tiene letra – Sinclair solo tararea – se nota en ella que late el espíritu de una canción alegre que invoca al aspecto eternamente juvenil del espíritu que ama la vida: en este sentido, su función es la de fungir como contraparte a la pieza inmediatamente precedente. Tan poderoso como emotivo, ‘A Fleeting Glance’ cierra el repertorio con un impresionante esquema de sofisticaciones jazz-progresivas a través del intrincado desarrollo temático que gestó su compositor Miller. La labor del baterista es colosalmente prodigiosa teniendo en cuenta la cantidad de compases inusuales que hay en juego aquí; también tenemos aquí el más impresionante solo de Miller en todo el disco.

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Damos un salto de gigante en el tiempo para llegar a inicios del nuevo milenio cuando nos topamos con el dúo de amigos Elton Dean y Hugh Hopper (ya por entonces, colegas en SOFT WORKS y SOFT MACHINE LEGACY) formando parte de un proyecto internacional (británico-japonés, para ser más específicos) denominado SOFT MOUNTAIN junto con el teclista Hoppy Kamiyama (DAIMONJI) y el baterista Yoshida Tatsuya (RUINS, KOENJI HYAKKEI, KOREKOYOJINN, DAIMONJI). Todo empezó durante la gira japonesa que estaba realizando el cuarteto SOFT WORKS (cuarteto completado por Allan Holdsworth y John Marshall), contando Hopper y Dean con tiempo libre para satisfacer su inquietud por grabar algo refrescante e improvisado para aliviar un poco la monotonía en que se había convertido la labor de SOFT WORKS. Hopper se contactó con Kamiyama, un influyente y trabajólico teclista que se movía por varios terrenos del jazz y el rock experimentales y a quien conoció en el año 1999. El buen Hoppy reservó una jornada de grabación en el Gok Studio de Tokio tras contactarse con el también trabajólico músico Yoshida Tatsuya. SOFT MOUNTAIN fue el nombre escogido para este proyecto efímero para combinar la tradición de la MÁQUINA SUAVE y aludir al apellido de Hoppy, quese traduce como Montaña Divina. La sesión en cuestión tuvo lugar el 10 de agosto del 2003 para salir al mercado en el año 2007 por vía del sello británico Hux Records, cuando el maestro Dean ya no estaba entre nosotros. La sesión consistió en una improvisación de poco más de una hora que en el disco se editó por unos pocos minutos menos de la hora completa: el repertorio se divide en dos partes de la ‘Soft Mountain Suite’. Se trata, al fin y al cabo, de un ejercicio de free-jazz condimentado sabiamente con vicisitudes progresivas de inspiración Canterburyana.

La primera parte de esta suite comienza de frente con una improvisación de la dupla rítmica en comunión con notas sostenidas de saxo, con el piano uniéndose a los pocos instantes. El aire de improvisación y expectativa toma algún tiempo en explayarse y asentarse, pero ya pasados los dos minutos tenemos un esquema de trabajo reconocible, el mismo que está armado bajo la desafiante lógica de un free jazz que ostenta su radiante deconstrucción. Al minuto siguiente, unos reflexivos pasajes de piano entran a tallar para sustentar una esquematización más firme de la atmósfera que se va afianzando. Subsiguientemente, el ensamble forja un jam enérgico donde la esencia jazzera se nutre dinámicamente de ambientes psicodélicos: la batería de Tatsuya permite que el esquema global fluya convincentemente bajo una aureola de sofisticada exquisitez, mientras que los solos de Dean y los aportes de Kamiyama se erigen en protagonistas del asunto. Al llegar al minuto 15, emerge un pasaje caótico bastante electrizante, el mismo que logra establecer un interludio coherente con el despliegue de energía que se ha estado desarrollando desde hace rato. Al llegar al minuto 19, las cosas bajan un poco el frenesí para elaborar un caos expectante - es en un momento así que el oyente tiene más espacio para concentrarse en la magia de distorsión y matices que Hopper es capaz de generar con su bajo. No tarda mucho el ensamble en reinstalar el jam precedente por unos minutos más, antes de que sendos duetos de Dean-Tatsuya y Hopper-Kamiyama establezcan un puente hacia el jam final: el usualmente hiperbólico estilo de Tatsuya halla una expresión particularmente impresionante en este punto. Las cadencias free-jazz que se imponen a través de los últimos minutos de esta primera parte son manejadas con infinita soltura e incombustible energía. Es una pena, al menos para nosotros, que el fade-outtenga lugar, pues así resulta que se añora un final más impactante: como sea, esta sección del disco resultó tremendamente interesante en su desafiante posicionamiento sonoro.

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La segunda parte de la suite se inicia frontalmente con un frenético caos que puede casi parecer como un tributo a JOHN ZORN: una vez más, deja espacio parta que Tatsuya se explaye en su naturaleza incombustible, y por supuesto, sus tres compañeros no son en lo absoluto tímidos a la hora de generar sus respectivas vías de bizarra exploración. Poco antes de llegar al tercer minuto y medio, el jam se regenera sobre un compás definido, lo cual hace que el cuarteto pueda reciclar sus fuerzas sobre un esquema regularizado. Por supuesto, esto no hace sino darle un matiz diferente al arrebatador bajo de Hopper y al travieso saxo de Dean, mientras que el otro maestro nipón decide trasladar su teclado preferentemente hacia un terreno más oculto. Llega un momento en que el saxo de Dean calla para que Hopper pueda establecer una impetuosa exhibición de turbulenta psicodelia a través de las cuerdas de su bajo a través de las capas cósmicas del sintetizador. Más adelante, cuando Dean regresa a la palestra, la señal está dada para que se vaya elaborando un crescendo que permita llevar la neurosis reinante hacia niveles extravagante de calor. Al llegar a la frontera de los 12 minutos y medio, el esquema rítmico se calma un poco a fin de crear una alternativa de misterio frente a los predominantes aires de furia colectiva. Por supuesto, Tatsuya no permitirá que esto dure mucho, y casi sin darnos cuenta, sus ingeniosos e intrusivos redobles entran a tallar nuevamente para desarrollar nuevas vías de inagotable tensión. Afortunadamente, a la postre decide Kamiyama hacer que su teclado sobresalga un poco más, por lo que durante un minuto y poco más tenemos un sonido más lleno. El momentum concluye con un breve homenaje sutil al jam espacial de ‘Shaving Is Boring’ (de HATFIELD AND THE NORTH), siendo así que al llegar el minuto 19 y medio, nos hallamos con un atractivo interludio de piano y saxo que nos retrotrae a tiempos de JOHN COLTRANE y THELONIUS MONK. A partir de pasados los 23 minutos, el ensamble completo vuelve a involucrarse de lleno en el viaje, siendo así que las vibraciones ya no son neuróticas sino alegres, portadoras de un swing contagioso. El fade-outllega dejando un espacio pertinente para un efectivo desarrollo de esta última idea: sin duda que el jam en cuestión siguió adelante en la vida real, pero en esta manifestación virtual, se trata de un final más que adecuado. De hecho, todo el disco es un prodigio de rectitud artística que se inventa y reinventa sobre el camino de manera convincente y cautivador.

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“Soft Mountain” es, por decirlo con la mayor simpleza posible, una gema para no perdérsela, así como lo son los otros tres discos que hemos comentado en esta relativamente aleatoria retrospectiva. Al final, hemos traspasado las fronteras temáticas que delineaba la pregunta que encabeza a esta retrospectiva, pero bueno, nos hemos dejado llevar por las diversas memorias de varios momentos creativos que tuvieron estos genios en sus propios páramos durante y tras la experiencia de SOFT HEAP. Así pues, dedicamos esta retrospectiva múltiple a las memorias respectivas de los maestros Hugh Colin Hopper (muerto el 7 de junio del 2009) y Elton Dean (muerto el 8 de febrero del 2006), agradeciéndoles por todo lo que nos dieron en todos los proyectos musicales en los cuales estuvieron involucrados y cuyos registros nos brindaron y seguirán brindando mágicos deleites melómanos.

[Esta retrospectiva está basada, en buena medida, en las siguientes reseñas originalmente publicadas en la página web de La Caja De Música]


- Muestras musicales de Soft Heap:

Petit 3’s:

Seven For Lee:

Two Rainbows Daily:

Reflexes In The Margin:

A Fleeting Glance:


cesar inca mendoza

  • Más críticas del autor en:

autopoietican.blogspot.com