Crítica del disco de Pink Floyd - 'The Endless River' (2014)

Nunca un descarte fue tan bello epitafio

Pink Floyd - 'The Endless River' (10 noviembre 2014)
Sello: Parlophone/Columbia; País: Reino Unido; Calificación: 7,5

Pink Floyd - 'The Endless River'

Cara A
1. «Side 1, pt. 1: Things Left Unsaid» 4:24
2. «Side 1, pt. 2: It's What We Do» 6:21
3. «Side 1, pt. 3: Ebb and Flow» 1:50

Cara B
4. «Side 2, pt. 1: Sum» 4:49
5. «Side 2, pt. 2: Skins» 2:37
6. «Side 2, pt. 3: Unsung» 1:06
7. «Side 2, pt. 4: Anisina» 3:15

Cara C
8. «Side 3, pt. 1: The Lost Art of Conversation» 1:43
9. «Side 3, pt. 2: On Noodle Street» 1:42
10. «Side 3, pt. 3: Night Light» 1:42
11. «Side 3, pt. 4: Allons-y (1)» 1:56
12. «Side 3, pt. 5: Autumn '68» 1:35
13. «Side 3, pt. 6: Allons-y (2)» 1:35
14. «Side 3, pt. 7: Talkin' Hawkin'» 3:25

Cara D
15. «Side 4, pt. 1: Calling» 3:38
16. «Side 4, pt. 2: Eyes to Pearls» 1:51
17. «Side 4, pt. 3: Surfacing» 2:46
18. «Side 4, pt. 4: Louder than Words» 6:32

* Edición deluxe
19. «TBS9» 2:27
20. «TBS14» 4:11
21. «Nervana» 5:39

Duración total: 52'46''

Músicos:
- David Gilmour: Guitarras, voz, teclados y bajo
- Nick Mason: Batería y percusión
- Richard Wright: Órgano Hammond, piano, sintetizador y teclados

* Músicos adicionales:
- Guy Pratt, y Bob Ezrin: Bajo
- Jon Carin y Damon Iddins: Teclados
- Gilad Atzmon: Saxofón tenor y clarinete
- Chantal Leverton: Viola
- Victoria Lyon y Honor Watson: Violín
- Helen Nash: Cello
- Durga McBroom, Louise Marshal y Sarah Brown: Coros

· Género: Ambient, rock sinfónico.
· Grabado en 1968, entre enero y diciembre de 1993, y en sesiones de estudio entre 2013 y 2014.
· Producido por David Gilmour, Phil Manzanera y Martin Glover 'Youth'; ingenieros de sonido: Andrew Jackson y Damon Iddins


A veces pasa como con este disco 'The Endless River' que ya se ha hablado y analizado antes tanto de él que cuando ve la luz, ya poco queda por decir. Y es cierto: la primera cosa que destaca del último trabajo de Pink Floyd es que no sorprende ni puede o no debería defraudar a nadie. Se trata de lo que se avisó: piezas ambientales compuestas por Rick Wright durante las sesiones de grabación 'The Division Bell' (1994) y posteriormente descartadas. 20 años después, suenan excelsas, maravillosas, oníricas y mágicas, sin perder atractivo o pasar de moda. Ahora, que quien ya venía con las uñas preparadas para cuestionar este disco y su aparición y venta, tampoco encontrará cambiada la presa a cazar. Eso es, y nada más, que lo que encontramos en 'The Endless River', que es mucho.

Quien amó y se enamoró de 'The Division Bell' no tendrá ahora grandes sobresaltos y disfrutará mucho de este nuevo 'trabajo'. Muchas veces nos recordará a temas ambientales como 'Cluster One', 'Poles Apart', 'Marooned' o 'Keep Talking'. Y, en otras ocasiones, parece imposible no recordar clásicos de la banda, como 'Shine on You...' o 'Echoes'. Pero más allá de las comparaciones, ante lo que estamos es toda la tormenta de ideas que se ve que Wright estaba manejando en esas fechas previas al 'Division', y que lógicamente comparte esquemas y melodías con el otro material que finalmente sí vio la luz en 1994.

La parte puramente corporativa, por llamarla de alguna manera, está de más comentarla aquí. Sobre todo porque ya todo está suficientemente opinado, valorado y debatido entre los millones de fans de Pink Floyd. Me refiero, claro, a que David Gilmour y Nick Mason hayan impulsado este disco al margen de Roger Waters y que aprovecharan el material dejado por su compañero fallecido Rick Wright. Al parecer el trabajo duro ha sido de Phil Manzanera, el crack que ha unido todos los cabos sueltos del teclista y que junto a Andy Jackson y el ingeniero de sonido Damon Iddins, han editado todo para así construir 4 piezas de 14 minutos de duración cada una.

Y sí, lo dicho, es cuestionable lo que ha hecho Gilmour capitaneando este disco, pero en todo caso siempre es un regalo. ¿Acaso nos influye en nuestras vidas y nos afecta que empleen o no la firma de Floyd? Seamos sinceros, por dios... ni nos va ni nos viene: si queremos, disfrutamos del disco. Si nos asquea, pues no lo oiremos. Y punto. Señores, eso es música, no vida real, no es política, no está en manos nuestro dinero ni nuestros destinos. Que Pink Floyd debió finalizar como tal cuando Waters dejó el grupo es un debate atractivo, pero ya cansino. Y lo mismo para Yes o Genesis, así como otras tantas bandas clásicas del género, o de otros estilos del rock.

Sobre lo musical, hay que apuntar que pese a todo lo comentado anteriormente, en realidad no estamos sólo ante un disco de retazos de Wright unidos y arreglados. También estamos ante aportaciones nuevas de Gilmour, algo no tan comentado y mencionado. El guitarrista aporta la cuarta parte completa, sin nada de material de Wright, que sólo se ven de la primera a la tercera parte, y hay excepciones. Creo que si la promoción del propio Gilmour contó con palabras que incidían en que 'The Endless River' se basaba en el material de Wright es tanto por falta de egocentrismo como por homenajear a su antiguo compañero. Y eso siempre da algo de autoridad y moralidad a una obra artística. Las cosas como son, y al césar lo que es del césar.

Y ahora sí, ya hablando sólo de piezas musicales, y no piezas de muros simbólicos y humanos, 'The Endless River' es un buen disco. Se nota que no es un álbum estándar, es decir, que se nota que el contexto influye sobre el resultado. Dicho de otra manera: el objetivo era reciclar material en demos para luego dar estructura de disco. Y el resultado es admirable, pero se nota que no es un álbum nuevo al uso. Más, sabiendo lo que hay detrás de este trabajo discográfico.

La cara uno, o primera parte, es pura música ambient de gran peso y de muchos kilates. Consta de 3 piezas: 'Things Left Unsaid', 'It's What We Do' y 'Ebb and Flow', todas ellas firmadas tanto por Wright como por Gilmour, dejando claro así el guitarrista desde el comienzo que su mano está presente en casi todo lo que aparece en el disco. La primera pieza es pura música ambiental, onírica y preciosista, que no da pie a ninguna sensación negativa, a priori. Luego están, claro, los que no son muy fans de este tipo de música y de expresividad artística. 'It's What We Do' juega con algún cambio rítmico gracias a irrupciones de guitarra y algún pequeño arranque de Nick Mason, hasta ahora en silencio. Por lo demás, las bases rítmicas son tranquilas, de acompañamiento. A lo largo del tema oímos claramente cosas de 'Marooned'. Ya 'Ebb and Flow' vuelve a ofrecer un piano tranquilo y puras armonías de teclados ambientales, sin nada de pie al rock.

Se inicia después una cara dos o segunda parte, donde el arranque de 'Sum' es claramente una intro que se movió en las fechas en las que Wright o Gilmour preparaban el arranque del famoso tema 'Take It Back'. Tiene mucho de él, y ya apreciamos más cambios de ritmos, batería más contundente y tempos más propios de un rock, aunque sea sinfónico y progresivo. Las guitarras de Gilmour suenan como en sus mejores tiempos, siempre con sonidos muy de la etapa 'Division Bell'. Por contra, 'Skins' es el primer tema de todo el disco agresivo, crudo, áspero y con tonos rock, guitarras llorosas y sensación de oscuridad, peligro y algo de ambiente siniestro. Mason se luce con la batería, sonando con bongos y demás percusión, aunque Gilmour es el protagonista claro con su guitarra distorsionada, buscando todo tipo de efectos. Como en el anterior tema, Mason por fin aparece en los créditos. Luego llega el tercer tema de la cara dos, 'Unsung', con unas guitarras afiladas que son prácticamente las mismas de 'Marooned', curiosamente firmado en solitario por Wright. Cierra la cara dos la pieza 'Anisina', tema de Gilmour, y que se nota a años luz. Un medio tiempo lleno de paz, solos medio blues y medio soul, con una batería exquisita entre el jazz y el blues. Un saxo irrumpe en el tema cerrando sin duda así uno de los mejores de todo el disco. Exquisitez, buen gusto y glamour en algo más de 3 minutos deliciosos.

Llegamos así a la tercera parte. En es ésta donde se rescataron unas sesiones que Wright dejó grabadas en 1968 en el Royal Albert Hall con el gran órgano. Arranca con 'The Lost Art of Conversation', tema ambient tocado a piano a la par que oscuro y algo tétrico, igualmente bello. 'On Noodle Street' es una variación sobre esa misma base, ya con batería jazz y un gusto muy de blues de acompañamiento. Este estilo de Floyd es bastante desconocido y es más propio de los primeros Camel con Andy Latimer en solitario, de los 1980. Le sigue 'Night Light', que rompe totalmente con los otros 2 temas para volver a las esencias de 'Division Bell'. Después llega 'Allons-Y (1)', que como muy bien han señalado muchos con buen oído, el tema suena más movido para recordarnos inevitablemente a 'Run Like Hell' del mítico 'The Wall'. Y es que incluso la producción nos invita a pensar en cómo sonaban los Floyd de esa época. El arranque hasta podría ser de los riffs y bases de los temas 'Another Brick', ya que es una composición firmada en solitario por Gilmour.

Como pausa o intersección hasta la segunda parte de 'Allons-Y' nos llega esa joya que antes mencionaba de las sesiones que Wright dejó grabadas en 1968 en el Royal Albert Hall con el gran órgano. El tema que las recoge es 'Autumn '68', y suena realmente genial y escalofriante, con una fuerza y misterio que sólo un gran órgano tipo iglesia puede ofrecer, eso sí, acentuado con unos toques de guitarra geniales y complementarios de Gilmour. Majestuosa pieza que da pie a la mencionada 'Allons-Y (2)', con el mismo rollito que la primera de sus partes. Curiosamente cierra la tercera cara o parte el tema 'Talkin' Hawkin', otro del que ya se había descubierto todo el pastel durante las entrevistas y declaraciones de promoción de Gilmour y Mason: pieza ambiental del estilo 'Marooned' y otras del 'Division Bell' donde volvemos a encontrar la voz del científico y físico Stephen Hawkind. Como sabréis todos, en el anterior disco sucedió lo mismo en la canción 'Keep Talking' y ahora se repite jugada con algo menos de convicción, pues el tema no da para muchos lujos, pero Gilmour adorna hasta un zulo sin luz de modo que sus guitarras y arreglos dejan un aparente y suficiente tema.

Así se da paso ya a la parte final, la cuarta, donde, como decía, no hay ya piezas de Wright sino que todo está firmado por Gilmour. Son en total 4 temas que no es por menospreciar a nadie, pero que dan la parte más floja de todo el disco. Allá cada uno con sus conclusiones, pero realmente es una coda que deja David con material suyo, ya sea de 1994 íntegramente o con muchos arreglos actuales. Tras una floja 'Calling', 'Eyes to Pearls' mejora las cosas con un juego de bajo muy bueno, para así dar paso a 'Surfacing', donde la guitarra suena limpio en unos acordes adornados por teclados ambientales propios de sonido Moog. La cosa va mejorando en cuanto se convierte en el habitual blues melódico y ambiental de Gilmour, que sin ánimo de ofender, es lo que mejor sabe hacer y casi lo único. Es cierto que sólo la última pieza del disco, la ya de sobra conocida por todos 'Louder than Words', tiene letras, pero 'Surfacing', en su tramo final, deja unos coros de Gilmour muy filtrados en cuanto a la voz. Y sí, el solo final nos suena a mil cosas escritas antes por él...

Y es así como llegamos a la mencionada 'Louder than Words', tema estrella del disco por ser la de formato más comercial y vendible, con letra y una estructura típica de canción. De ella se ha dicho de todo. Me quedo con que es el final, el epitafio definitivo para una carrera y trayectoria musical de más de 40 años de banda, cerca de los 50. Un tema algo pastel, demasiado ñoño en ocasiones, pero que es bello y delicado, quizás algo extenso para lo que puede aportar. Casi 7 minutos donde hay calidad, lujo y glamour, pero suena a cosas ya compuestas en 'Division', por lo que tiene poco de fresco y novedoso.

Pese a todo, la versión deluxe nos trae 3 temas extras ya de por sí más complicados de encajar en el concepto total del disco, ya que si todo eran extras y retazos rescatados, menos sentido tiene esta última parte de bonus. Se trata de los temas 'TBS9' y 'TBS14', realmente nada malos ni descartables, por lo que habrían encajado en la versión estándar del disco. Por último llega 'Nervana', la única pieza rockera de todo el disco, con una guitarra muy distorsionada de Gilmour, nada habitual en su forma de tocar y mucho menos corriente de escuchar en los discos de la banda. Verdaderamente interesante. Una pena que esté escondida de esta manera en los extras.

Y es así como se llega a la muerte, al silencio final de Floyd. Así lo han querido sus actuales integrantes o supervivientes, aunque parece que Mason no está tan de acuerdo con Gilmour en intentar seguir alargando la historia viva de una de las mejores banda que el rock ha dado y dará siempre. Algunos pensarán que ambos necesitaban un nuevo coche o pagar algún capricho de sus mujeres. Otros lo verán como un obsequio a los fans que será objeto de agradecimiento infinito. Sólo se puede decir que nunca unos descartes fueron tan bello epitafio musical para una banda histórica de casi medio siglo de legado. Por siempre y sin fin, Pink Floyd, el río rosa que nos recorrerá por siempre.


Calificación: 7,5/10 nota 7,5

- Muestras de 'The Endless River':